Los pioneros fundadores de Estados Unidos trajeron consigo su música: canciones y bailes, cánticos, himnos, y cierta música formal. Entre estas por tradición oral, y sirvieron de base para gran parte de la música colonial.
Los historiadores otorgan el honor de ser el primer compositor nacido en Estados Unidos a Francis Hopkins de Filadelfia (1737-1791), un caudillo de la revolución y amigo cercano de George, el primer presidente. Sin embargo, los expertos en música reconocen a William Billings (1746-1800) como una fuerza revolucionaria en la antigua canción. Compositor autodidacta, que nunca dejó de lamentarse por las reglas musicales, Billings escribió lo que el llamaba tonadas "amnésicas". Estas han sido juzgadas torpes y crudas, pero estaban llenas de alegría, tenían un ritmo contagioso y eran fáciles de aprender.
De todas las formas de canción y teatro populares que surgieron a principios del siglo XIX en Estados Unidos, ninguna fue tan influyente, o tan típica, como el espectáculo teatral cómico llamado minstrel show. En estas representaciones, que surgieron en la década de 1820 y desaparecieron bien entrado el siglo XX, actores blancos disfrazados se tiznaban la cara y cantaban, bailaban y contaban historias.
Estos cómicos juglarescos se apropiaron libremente de la música folclórica hasta la ópera. Pero crearon un sonido que comunicaba los atributos de la vida estadounidense: lacónica, tenaz, llena de jerigonza y disparatada comicidad. En estos espectáculos se encontraban las semillas del moderno baile tap, las comedias musicales y las canciones comerciales.
Del minstrel show surgió Stephen Foster (1826-1864), considerado el primer gran escritor de canciones de Estados Unidos. Aunque su preparación musical era mínima, Foster tenía el don de escribir sencillas e irresistibles melodías que cristalizaban los sentimientos de sus conciudadanos. Incluso hoy, casi todos se saben de memoria alguna de las canciones de Foster, por ejemplo, “Oh, Susana”, cantada por cientos de mineros durante la fiebre del oro de 1849.
Muy populares a fines de la década de 1800 fueron también las bandas que interpretaban marchas. El más destacado compositor y director de banda fue John Philip Sousa (1854-1932), quien se había hecho famoso como director de la banda del Cuerpo de Infantería de Marina de Estados Unidos. La música alegre y patriótica de Sousa, como su marcha "Barras y Estrellas", se conserva como una de las favoritas del público que concurre a desfiles, festivales cívicos y actos similares.
No obstante, a lo largo del siglo XIX la mayoría de los compositores y ejecutantes de música seria se ciñeron al dominio de las tradiciones y músicos europeos. Edward McDowell (1861-1908) se destacó entre los compositores de Estados Unidos en ese período. Con la mejor preparación que Europa le pudo ofrecer, McDowell afirmó su reputación en ambos lados del Atlántico como un brillante pianista y compositor de obras románticas. Líder de la educación
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